Las similitudes entre un código de barras de producto y la matrícula de un coche son evidentes.
Pero hay una diferencia fundamental. Cuando un producto pasa por una caja registradora y el lector láser lee el código de barras, en la pantalla del terminal aparece la información del producto y el precio a pagar, causando automáticamente una baja en el almacén, sin intervención humana. Cuando un policía teclea en su terminal los números de una matrícula, en éste aparecen todos los datos del automóvil, su propietario y los datos de contacto.
El policía tiene que teclear los números, pero, ¿Por qué no utilizar la tecnología moderna de codificación para que las matrículas se lean de igual forma que una botella de aceite o un paquete de azúcar?
¿No sería más lógico que las matrículas tuvieran un aspecto como este?
Se podría aducir que entonces cualquiera con un teléfono móvil podría acceder a la información contenida en el código QR pero nada más fácil que encriptar una capa para que solamente pudiera ser accesible a los sistemas lectores de las autoridades.
Los ciudadanos normales, en cambio, sí podrían acceder, por ejemplo, a un contacto directo con el conductor para poder acceder a él en caso de urgencia o emergencia.
No pasa más que por ser una idea más.
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